- Por Marina Villarruel
28/10/2024
Esta segunda entrega viene cargada de haikus. Al pensar en los haikus, imagino a un poeta ermitaño, extasiado con su entorno, reproduciendo versos. Poesía ancestral japonesa.
Pero habíamos dicho, en una especie de manifiesto inicial de este suplemento, que la poesía que vamos a compartir, va a ser de por acá, en dialogo con otras artes, también de por acá. Entonces, ¿cómo es que aquí entran los haikus?
Hace un par de semanas me tocó andar por la ciudad, visitando la feria del libro. Con mi amiga, agotadas de calor y bullicio, nos refugiamos en un café. El café, muy a la moda, ofrecía mesitas en rincones cuidados de una vieja casona, o largas mesa de coworking. Trabajo compartido, le diría yo, pero en este café todo venía con nombre inglés. Pedimos, al pibe que nos atendió, una pomelada con arándanos.
Al rato, otro pibe, trajo agua fresca a la mesa. ¿Vienen de la feria?, preguntó. Sí, dijimos. ¿Escriben?, volvió a preguntar. Sí, volvimos a responder. Y ahí, él contó. Contó que le gustaban los haikus. Contó su recuerdo de Spinetta hablando del poeta japones Basho. Contó lo que dijo Spinetta sobre lo que dijo Basho a un discípulo cuando este le mostró el siguiente haiku:
Libélulas rojas
quitádle las alas
son pimientos.
Luego de leer el haiku, Basho explica a su discípulo que un haiku debe suponer un deseo distinto. Y para demostrarlo lo reescribe de esta manera:
Estos pimientos
agregádle las alas
son libélulas.
Nuestro mozo contó que para Spinetta, estas dos visiones componen dos visiones del mundo. Una, la visión de la destrucción de aquellos que asesinan para imponer sus ideas. Y otra, la visión por luchar, por crear, una vida mejor. Y justamente es esta lucha la que hace presente en este suplemento a Los haikus serranos de Diego Romero que hoy venimos a presentar. El poeta camina por los paisajes serranos, demorándose en el instante presente que lo lleva a la contemplación. Para poder contemplar es necesario detenerse, demorar el tiempo y el cuerpo, para poder ver. “El río flaco”, “la garza del estanque”, “el día brumoso”. Y en esa demora surge el pequeño poema que intenta dar cuenta del estar presente. Diego acompaña sus haikus con las imágenes que dieron lugar a sus nacimientos. El registro es doble, visual y textual, y la apuesta también. Apuesta a salirse del tiempo cotidiano para adentrarse y adentrarnos en un tiempo diferente para poder ver, y al ver, salir de allí transformados. Permitiéndonos soñar que la vida es un poco mejor.
Haikus serranos
Por Diego Romero
La niebla ocupa,
de a poco, las montañas.
Día brumoso.
El relieve del
crepúsculo tiene una
forma serrana.
El río, que es
y no es el mismo siempre,
hoy viene flaco.
¿La garza blanca
contemplará su imagen
en el estanque?
Una hoja vibra
solitaria en la presa.
Fin de época.
El sol hoy mira
como un ojo en el cielo
el atardecer.
Una palmera
el estanque custodia
altivamente.
Diego Martín Romero (Resistencia, Chaco, 1976). Docente. Publicó en colaboración el poemario Romper el Silencio (2004) y solo los libros Colibríes y dragones (microficciones, 2009) y Versiones al margen (relatos breves, 2010), todos artesanal e independientemente.
Actualmente vive desde hace poco más de 15 años en Agua de Oro, donde se radicó con su familia.
Los haikus aquí compartidos forman parte del proyecto de publicación denominado Haikus serranos. Las imágenes fueron tomadas por el mismo autor.