EL PRINCIPIO DEL FIN, CRÓNICAS DE CERRO AZUL: EL REALISMO MÁGICO CERROAZULENCE DE PABLO PONCE

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12/03/2025

Por Marina Villarruel

“El principio del fin” es una crónica, un texto que relata hechos en forma cronológica. Gabriel García Márquez definió a la crónica como “un cuento que es verdad”, pero en este caso, las crónicas que nos comparte Pablo Ponce pertenecen al realismo mágico, es decir que en estas crónicas lo extraño se presenta como algo cotidiano, natural del territorio cerroazulence.

“El principio del fin” comienza a cerrar una serie de crónicas que conformó toda una temporada, estas crónicas son del 2021, post pandemia. “Actuales quizá, hoy día, para la aldea nacional” nos dice el cronista. Las mismas se comparten a través del formato de audios en la plataforma de youtube. Allí las encontramos desordenadas en el tiempo. “Cada crónica, como piezas de un rompecabezas, busca su lugar” nos aclara Pablo.

Cronista y personajes dan cuenta de hechos vividos en los que conviven de forma natural, lo mágico y lo real. Personajes y lugares reales del territorio cerroazulence conviven con personajes y situaciones mágicas.

Por mis oídos han pasado muchas de estas crónicas. Puedo recordar algunos de sus títulos: “El día que el río vino desde la ruta”, “La verdad sobre las canteras”, “La Pluma Blanca”, “Temporada de incendios I, II, III”, son algunos de ellos.

Para mí pensar el realismo mágico es pensar en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, un clásico puesto nuevamente de moda gracias a la versión de Netflix. Versión que permite a las nuevas generaciones redescubrir el género. De esta misma manera, las crónicas de Cerro Azul de Pablo Ponce, nos permiten acercarnos a un territorio conocido para redescubrirlo en sus dimensiones desconocidas.  “Las crónicas van llegando al final. Han registrado lo real maravilloso de este territorio. Si bien hay más entregas, se anticipa la cercanía del fin. Quizá la actividad croniquística ha hecho ruido en altas esferas… quizá es otro chisme más en un pueblo chico. O quizá nunca existieron excepto en ésa otra dimensión mágica que muy poca gente suele visitar”, nos explica Pablo.

Para más detalles solo queda escuchar, te dejo aquí el link: https://youtu.be/6w5F94LFUko?si=RRWn7GGWmUvuRn8d para escuchar las crónicas y te comparto “El principio del fin”.

El principio del fin

Golpeó violentamente con el puño su escritorio tallado en una sola pieza de cuarzo blanco, reclamado a la cantera por las ayudas prestadas. El ruido atronador, hizo vibrar los vidrios de la oficina del piso 86, de su edificio ubicado en el centro exacto de la gran ciudad, Ciudad que está en el centro exacto del Mundo. “¡Hay que callar esa sarta de absurdos! ¡Ya hemos hecho demasiados logros para que algún perejil se avive y nos quite el apoyo! ¿O no hemos devorado ya casi todo lo que ambicionamos, lo que reclamamos porque se nos dio la gana? ¡Esa es nuestra ley y no vamos a arriesgar que no nos sigan dando permiso para hacerlo! ¡Si si, ya sé que es un permiso conseguido con artilugios legales embrollando con las leyes del Universo, pero y qué? ¡Siglos que venimos adueñándonos de todo! Un trabajo fino, como dicen. Hemos logrado hacerlo todo tan a la vista que nadie lo ve. ¡No es hora que se vea!! El mecanismo está bien aceitado. ¡Si es la guerra será la guerra! Nos apoya el pueblo entero que ha abrazado las leyes y las distracciones que creamos como las más sensatas y seguras para sentirse lejos de toda amenaza salvaje y peligrosa. ¿El monte? ¡El mooonte!!! ¡Ja jaja! Queda un uno por ciento. ¡Nada!! No nos puede hacer frente. Su fauna humana también es el uno por ciento… Si si, ¿qué con Cerro Azul? Ah, sí me refiero a Cerro Azul con estas cosas… ¡Pero es como si hablara de todo! ¡Del mundo entero!! ¿Qué? ¿Megalomanía? No, no sé qué significa. ¿La inventó usted? Ah, sí la máscara más útil ha sido la del patriarcado. Todavía sirve en ciertos sectores, pero en otros me pongo otras claaaro, ¡no es mi única máscara! Claro, claro jefe… sí, sí, se puede. ¿Elecciones? ¿Cuándo? ¡Ah! no lo descuidaré. ¡Hasta luego!” Macho Uno colgó el teléfono más tranquilo. Su ego le había hecho olvidar que también él tenía un jefe al que debía obedecer y en la charla le había dado algunas ideas. Guardó el celular adentro del espejo, único lugar donde aparecía su jefe.

En Villa Cerro Azul todes estaban preparando la ceremonia. Trajeron todo lo que habían indicado desde la tercera orilla del río. A saber: Agua de siete ríos diferentes. Leña de siete árboles autóctonos. Sal de la salina más cercana. Ceniza de monte quemado. Cuatro ladrillos de adobe. Huevos de pirinchos o urracas. Un bidón con humo negro del incendio más cercano, tomado de la máquina de doña Ubenza. Lagañas de la Oma. Tierra azul traída desde arriba del Cerro. Caca de corzuela. Un ñoqui sobreviviente de la primer ñoquiada. El catalejo de Don Alejandro Nuñez de la Calabaza. Pigmentos flúo mortereados con técnicas secretas ancestrales. Pururú. Segadores de la Brigada Kamchira. Plumas de atajacaminos. Quinientas moras blancas y otras tantas moradas. Ballestas con mira telescópica derribasatélites. Tinta china para la culebrilla. Siete piedras de siete montañas de siete continentes. Una copa de vino, otra copa de agua y también una copa de vidrio, en ese orden. Pelos de la cola del zorrito azul. Un fragmento de calle de tierra con la escupida de alguna bruja del monte. Semillas de Timbó. Rodajas de madera de espinillo seco. Diez espinas de piquillín. Ocho kilos de vainas de algarroba. Chicha, aloja y Grapa a discreción. La ceremonia tendría lugar a orillas del río Chavascate, justo entre las tres orillas.

El Jeque multimillonario Dardo Persas hacía tiempo que se había llamado al silencio para estudiar toda la situación. Les daba vuelta a las cosas, caminaba alrededor de todas las piezas dispuestas según se había armado la cuestión. Se sentaba y observaba las posibilidades. “Esto es pura estrategia…” pensaba en voz alta. Sabía que si movía una de sus piezas equivocadamente podía perder. Si corría las cosas para un lado llamando la atención hacia otro sector quizá podía operar sin que se den cuenta. Pero tal vez era arriesgado. Se jugaba algo importante. Demasiado importante. Transpiraba. Esto era lo suyo y no iba a fallar. Sabía lo que tenía que hacer, qué hilos mover, cuáles eran sus vasallos para que vayan al frente y si, quizá perdiera alguno, pero era un costo que estaba dispuesto a pagar. Tenía a otros muy ágiles, podían pasar por encima de algunos y sorprender, sí, eran sus preferidos. Le respondían también esos con aires de importancia y que sabían deslizar oblicuamente sus planes por el territorio. Ah y tenía esos dos que hacían de fuerza de choque, directos y demoledores, era dar la orden y se llevaban puesto lo que sea. También podía usarla a “ella” cuando fuera necesario, sabía cómo, podía servirse de su versatilidad y crueldad si lograba manipularla bien… Pero así y todo dudaba. ¿Y si todo era una trampa para hacerlo caer a él? ¡A él, que era el Rey en todo esto! Se sentía perdido observando toda la situación. Por alguna razón se había vuelto dubitativo. Sonó su celular con un mensaje de texto. Puso cara de exasperación y contestó escribiendo rápidamente con ambos dedos pulgares: “¡No, ya va!! No voy a abandonar, sólo quiero pensar un poco más. Y sí, el que pierde paga.” Mandó el mensaje y se sentó con las mandíbulas apretadas… ¿Quién le había obligado a jugar un ajedrez a distancia por un asado? “Maldición!!” gritó y casi patea el tablero.

Sopló un viento cálido en aquella zona del monte. No fue fuerte. Movió las lanas de colores que adornaban la montañita de piedras. Al arremolinarse el polvo y el efecto de la luz del atardecer hizo parecer que allí había una mujer parada, y más se arremolinaba el viento más parecía que se movía, que danzaba en una especie de movimiento circular. Se elevaban unas como trenzas de lo que sería su cabeza, como serpientes. Al pasar el viento por el filo de una caña quebrada en el piso pareció escucharse un silbido profundo, ancestral y luego se fue apagando como una risa áspera, una carcajada divertida que parecía alejarse mientras el remolino de tierra se deshacía, desaparecía desde abajo hacia arriba terminando de disolverse en el viento, hacia todas las direcciones. Lo último que brilló, entre el polvo y la luz naranja rosada del ocaso fue una especie de rostro de mujer, con muchas arrugas en la sonrisa, y los ojos, como brasas de leño. El viento se detuvo. La pila de piedras seguía ahí muy quieta y silenciosa, una vieja apacheta que nadie sabía quién había comenzado pero que casi todes, habitantes y visitantes del Cerro, mantenían, dejando una piedra al pasar por allí.

La cronista viajera del tiempo, Galeana Eduards apareció de golpe en las oficinas secretas de la redacción de las Crónicas. Explicó aburridamente pues ya lo había dicho mil veces, que sus visitas al futuro o al pasado no daban certeza porque toda la espiralada línea del tiempo cambiaba constantemente. “Peeero…” mencionó levantando el dedo índice y yo como un tonto me quedé mirando el dedo. “Miré en el futuro y vi algo que me preocupó, pues como de costumbre busqué refugio en la oficina secreta de nuestra redacción…es lo que hago siempre. Pero para mi sorpresa, por más que busqué, la redacción de las Crónicas de Cerro Azul, en el futuro, no estaban. En su lugar había un algarrobo enorme, muy viejo, calculé que tendría más de cien años. Pero esto es imposible yo porque no estaba cien años adelante en el futuro, ni siquiera cincuenta, eran unos ocho años desde ahora. Esto me desconcertó. Aquí no hay ningún árbol así. Es como si nunca hubiera habido la redacción ni las crónicas, al menos en esa posible línea de tiempo. Hasta ahora, en todas las posibles líneas de tiempo, ¡siempre las crónicas estaban! Pero en esta nop… ¿cómo es posible?” De las cosas para la ceremonia, había quedado una grapa en el escritorio. La destapé, nos servimos una copita cada cual. Brindamos y… “No sé” dije, haciendo fondo blanco.

*FINIS*

Pablo Antonio Ponce. Mi origen geográfico es la zona oeste del conurbano bonaerense. La música andina en banda sikuri, el Aikido, la poesía haiku u otra, la escritura en diversas formas, las artes plásticas, la filosofía, el monte cordobés, mi hijo Likan…son los territorios que habito, recorro, mis lugares de aprendizaje. ¡El último nombrado, el que más! ¡¡Gracias!!

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