Rocel nació en El Algodonal el 7 de abril de 1932, hijo de Urbano Moyano y Antonia Serral, es el mayor de siete hermanos. Rocel es esposo, padre y abuelo, es un vecino muy querido del pueblo y también es el autor del libro “Agua de Oro, su pasado y el mío”.
A sus 89 años tiene una memoria privilegiada y es un gran contador de historias y recopilador de anécdotas, hablar con Rocel es dialogar con la sabiduría de los mayores y la tranquilidad de la siesta, con el campo y el mate cocido en taza de lata, es ver llegar a los vecinos a caballo a la fiesta del 9 de Julio en la Escuelita de El Algodonal, es la ternura del abuelo, el amor del esposo, la alegría del cantor de folklore que va a todas las fiestas que lo invitan, el esfuerzo del trabajador de la Cooperativa con la camiseta puesta siempre, es el hombre nacido y criado acá.
Desde siempre la familia Moyano habitó estas tierras, su abuelo José Honorato y su bisabuelo José María nacieron en la Estancia San Vicente, junto a la histórica Iglesia San Vicente, en el actual camino al cementerio de Agua de Oro.
“Antes todo era campo, vivíamos de los animales y lo que sembrábamos, las casas estaban lejos unas de otras, teníamos parientes en Candonga y en la Cumbre, a veces íbamos de visita en sulky, la tía Saturnina que vivía en el Algodonal tenía un almacén y se iban en el carro a Córdoba a buscar las cosas, demoraba todo el día.”
Al escuchar a Rocel contando cómo era la vida en esta zona, podemos comprender cómo se forjaron nuestros pueblos, primero fueron un puñado de casas esparcidas, mucho tiempo después se organizaron como municipalidades o comunas, con nombres que nacieron de historias populares, como es el caso del nombre del pueblo Agua de Oro. En su relato vemos cómo crecen y se multiplican las familias, entendemos el protagonismo que tuvo el río en esta región, el entusiasmo de los pioneros que se animaron a unirse y crear la Cooperativa para empezar a tener los servicios básicos, el esfuerzo de la vida en el campo sin las comodidades que trajo luego la modernidad, y el tiempo para la charla, la escucha a los mayores, el juego en la calle, la inocencia de la niñez, la picardía del amor adolescente, la música con la orquesta en vivo y los bailes en pista de tierra.
El amor llegó de improvisto, como siempre sucede. En la fiesta de cumpleaños de un familiar coinciden Rocel y Angélica Moya, él con 42 años y ella con 20, se conocieron y se enamoraron. Angélica recuerda ese momento y se emociona, han pasado muchos años, pero el amor y el respeto siguen intactos “Cuando yo llegué al cumpleaños, Rocel se levantó de su silla, me hizo espacio, me trajo una silla. Eso fue lo primero que me atrajo de él”, cuanta Angélica.
Luego llegaron los hijos, María Noel y Jorge Rocel, y las nietas, Micaela, Emma y Daniela.
Rocel y Angélica llevan compartidos 46 años juntos. En este mirar para atrás y verse a sí mismo, reconoce que “hemos tenido una vida linda, normal, hemos superado todo lo que nos ha tocado en la vida y lo hemos hecho juntos.”
EL ALGODONAL
Tanto él como su padre, Urbano Moyano, nacieron en El Algodonal. “Mi papá nació en 1906, en la casa paterna, una de las primeras casas de El Algodonal, camino a casas viejas o camino al basural, allí a la derecha hay una casita que construyó mi abuelo Honorato. Se dice que en esa casa sembraron por primera vez algodón y vino bien, y de ahí le quedó el nombre. Porque antes esa zona se llamaba La Fuentecita”, asegura.
En el año 1932 nace Rocel, el mayor de 7 hermanos, le siguen Olga, Alicia, Yolanda, Víctor, Silda y Antonia, todos nacidos en El Algodonal, menos Antonia, la menor, que nació en Agua de Oro.
En el año ´46 toda la familia se muda a Agua de Oro, a una casa frente a la Ruta E-53, “en una hondonada, frente a los locales comerciales de Martínez”. Rocel detalla que su “papá pagó 5 vacas con cría, 5 hectáreas en el Algodonal y 5000 pesos”, la casa tenía “techo de paja y zinc, no tenía cocina, ni baño, nada sólo 2 habitaciones.” Luego, “cuando los hermanos empezamos a trabajar, entro todos ayudamos a terminar de construirla.”
EL FOLKLORE COMO IDENTIDAD
Rocel estuvo ligado a la música folclórica casi toda su vida, “siempre bailé y canté folklore”, cuenta con orgullo.
“Allá por el año ´58 teníamos un conjunto de baile, bailamos como hasta el ´63, y de ahí empezamos con un conjunto de música que se llamaba Ecos del Cerro, éramos cuatro: mi hermano Víctor, Visintini el papá de Gustavo (actual Juez de Paz de Agua de Oro), un muchacho Di Giusti de La Granja y yo”, relata.
“Con este grupo fuimos al primer Festival de Jesús María y a todos los festivales de la zona que nos invitaban, estuvimos en LV3, en Radio Nacional, donde nos invitaban íbamos”, aclara.
Ecos del Cerro se mantuvo activo por más de 40 años, hacían gatos, chacareras, zambas, escondidos, carnavalitos y huainos. “Yo hacía la segunda guitarra -recuerda Rocel- Visintini tocaba la primera guitarra, mi hermano hacía guitarra de acompañamiento o charango y el otro muchacho tocaba el bombo.”
LA COOPERATIVA FUE PARTE DE SU VIDA
Rocel Moyano comenzó a trabajar desde muy chico, lo hizo en la Carnicería de Belarmino, que estaba ubicada al lado del Club, luego en una despensa que ocupaba lo que hoy conocemos como la sede municipal y también en otra despensa frente a la policía. En el año 1947 entró a trabajar en el Hotel Chaco (hoy Colonia de los Empleados Municipales de Rosario), allí “cuidaba la quinta, luego me pusieron a lavar platos, después el cocinero me dijo ´usted tiene que ser ayudante de cocina´ y finalmente cuando vino Manuel de la Plaza me puso de mozo.”
Cada paso en su vida personal, es una historia del pueblo. Por ejemplo, al recordar su paso por el Hotel Chaco, recuerda que los dueños eran dos chaqueños, Domingo Rusitschka y Otto Krauth, quienes compraron unas 5 hectáreas e hicieron el hotel a mediados de los años ´40. Estas personas también fueron fundadoras de la Cooperativa de Servicios creada en 1949, y sus nombres aparecen en la primer acta del Consejo de Administración cooperativo.
Rocel estuvo por mucho tiempo, (y aún está, a través de su hijo) ligado a la Cooperativa, trabajó allí por más de tres décadas, hasta que le llegó la jubilación. “De la Plaza me dijo que hacía falta uno en la oficina y me propuso ir a trabajar con él, así entré a la Cooperativa en el año ´57 y me fui en el ´91”, relata con precisión Moyano.
Él recuerda que sólo se brindaban los servicios de agua y energía, “había 2 transformadores nada más, uno en el Cerro y otro en Agua de Oro. Además el agua era por bombeo, es decir que si se cortaba la luz se apagaban las bombas. Entonces, yo tenía que ir a ver y conectarlas nuevamente. Pero mi trabajo principal era en el área de cobranzas”, detalla.
AGUA DE ORO… SU PASADO Y EL MÍO
“Muchos chicos venían a preguntarme cosas de Agua de Oro, como yo era más viejo y era de acá, venían a consultarme”, de ahí surge la idea de publicar el libro, “yo me acordaba de muchas cosas que fui escribiendo a lo largo de mi vida, cosas que me contaban mi papá y mi mamá, me las fui guardando y en un momento dado empecé a escribirlo”, finalmente el libro salió publicado en el año 2014.
En él se rescatan anécdotas que son compartidas por muchos de los habitantes que compartieron esos tiempos, y que con avidez leemos los que venimos de afuera y elegimos estos pagos como nuestro lugar de vida.
Si hay algo que extraño de Agua de Oro es sentarme a escuchar las historias que cuenta Rocel, mi tío Rocel.
Hermosa la nota, felicitaciones!