EL TANGO COMO MILITANCIA

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Paula Zky es vecina de Cerro Azul por adopción, pero a lo lejos se adivina su origen porteño. La milonga y la melancolía están en sus venas, el tango y el punky se fusionaron en su andar.

“Me puse Paula Zky en un intento de simplificar mi apellido, Visñovezky, de ascendencia polaca, que no es la única que me condimenta. Ríos y arroyos de sangre italiana, española, calchaquí, siria libanesa, confluyen en mi mar Tango”, sintetiza.

Paula estudió danza clásica, danza contemporánea y teatro. También cursó en el IUNA la carrera de Intérprete de Tango, pero ella asegura que donde más aprendió fue en las milongas porteñas: “la técnica es buenísima, pero en la milonga uno baila con gente distinta, y ahí se sienten las diferentes corporalidades, ahí está la energía.”

“El Tango estuvo en mí desde que tengo memoria y antes: en el camión de mi bisabuelo en el Mercado del Abasto, en la radio de la cocina de mis abuelos de Almagro, en Piazzolla con mi papá rockero, abajo del puesto cuando niña en Caminito, donde trabajaba mi mamá”, recuerda.

Pero la apropiación del tango y la conciencia de que éste estaría para siempre en su vida llegó en la adolescencia, cuando cursaba el secundario en Buenos Aires, en los picantes años noventa.

“A mis 15 años, militando en la parte cultural del Centro de Estudiantes, y siendo muy egoísta propuse un taller de tango. Buscamos con amigues tangueres un buen profe milonguero, Lito Nacaratto, y lo nombro porque siempre lo recuerdo con toda la gratitud de un hombre mayor que se llenaba de ternura con esa niña punk que amaba su cassette de Troilo/Fiorentino y que ahora aprendía a bailar tango”, y aparece la nostalgia de

Luego la docencia se convertiría un espacio para seguir ligada al tango y, a la vez, difundir y compartir aquello que se ama. Paula dio clases en los distintos espacios culturales de los barrios que habitó, talleres de arte, centros de jubilados, escuelas primarias, clubes.

UN PUENTE ENTRE LO TRADICIONAL Y LO ACTUAL

Durante la pandemia siguió estudiando, pero esta vez el tango estaba en la voz. El cantante, compositor y poeta Alejandro Guyot fue su maestro virtual. “En el canto estoy hace poco, pero estoy tan impregnada del espíritu del tango que siento que fluye de una manera muy linda. En el canto trabajo con Gonzalo Manzino, guitarrista de Cerro Azul y con Lucas Dángelis, de Salsipuedes”, detalla.

El tango, para Paula, es su forma de vida, su militancia y su motivación. Ella asegura que su principal interés es difundir el tango, que llegue a todo el mundo, que se escuche en todos lados, que todos puedan sentirlo en el cuerpo, “por eso bailo y canto tango y sé que en el devenir también voy a componer, por ahora no tengo las herramientas, pero sé que en algún momento va a suceder”, relata Paula.

Además, plantea que ella misma puede ser un puente vivo entre lo tradicional y lo actual, “entre ese tango color sepia, (que es el imaginario que tiene la gente sobre lo que es el tango) y el tango de hoy, lo que está sucediendo ahora, eso que lo que lo hace vivo, aunque ya no goce con la masividad de otros años.”

“Vos me podés ver a mí toda tatuada y con el pelo de colores -dice- y en principio ni te imaginás que a mí me gusta el tango, pero mi idea es habitarlo desde la realidad de hoy, desde los sentires, porque el tango maneja todas las cuestiones existenciales que no tienen tiempo, también habita en los decires de hoy. Por eso el tango para mí también es un espacio de militancia, desde el cuidado del ambiente hasta el feminismo, desde ahí lo trabajo, desde lo popular.”

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